29 de agosto de 2011

Clase 3

Apuntes sobre la clase del martes, a propósito de la constitución del Estado Nación.

Como en las sucesivas clases vamos abordar la crisis del estado social, benefactor, es menester hacer una muy breve introducción sobre la formación del estado nación. Les recuerdo profundizar este tema con la bibliografía consignada. A saber:
  •  Oszlak, O. (1997), "Cap. 1: Lineamientos conceptuales e históricos", en La formación del Estado argentino. Editorial Planeta.
  • Naradowski, M. (2003), “Cap. 4: Desestatalización y reestatalización del sistema escolar”, en Después de clase. Encantos y desafíos de la educación actual. Ediciones Novedades Educativas.
La emergencia de un capitalismo agrario se desarrolló junto a un régimen de gobierno, con pautas conservadoras de reproducción política, que aunque liberal en algunos aspectos ideológicos, fue caracterizado por ello como de oligárquico. No obstante, los procesos políticos y sociales puestos en marcha, en estrecha vinculación con el mundo, particularmente con Europa, determinaron el ingreso del País en el escenario de la modernidad occidental:
"La construcción de la condición moderna exigió la conformación de una administración burocrática, la fundamentación racional del poder, la valoración de la igualdad, a la vez, la aceptación de la desigualdad, la formación de un público ilustrado para su participación en la discusión de los asuntos comunes, la constitución de la esfera pública y de un interés general sobre las particularidades individuales y sectoriales individuales o sectoriales, el paso de las lealtades locales al espacio más amplio de lo nacional y la secularización del orden. Todos esos elementos encontraron en los sistemas educativos nacionales una tecnología capaz de materializarlos" [1]
En el caso argentino, puede afirmarse que la política educativa es la primera gran política del estado argentino moderno, con alcance nacional, y con leyes, reglamentos, procedimientos estandarizados, y recursos financieros y organizativos específicos:
"El Programa inicial de la política educativa del Estado moderno argentino (fines del siglo XIX) se estructuró alrededor de las clásicas consginas de la obligatoriedad, laicicidad, y gratuidad. Estos principios expresan un concepto de universalismo, entendido como un horizonte, como un proyecto que tiende a asegurar a todos los ciudadanos el acceso a un capital cultural mínimo tal como era definido por los grupos entonces por los grupos dominantes. Al mismo tiempo el proyecto contempló la formación de los cuadros dirigentes mediante la instrumentación de instituciones educativas orientadas a la inculcación de actitudes de mando y al aprendizaje de conocimientos especializados (Colegios Nacionales, Escuelas Normales y Universidades Nacionales" [2]
La Universidad Pública también es parte de complejas tramas, en las que el desempeño estatal, y las variaciones del régimen político irán dando cuenta de permanentes modificaiones de la relación estado y sociedad, universidad, y por lo tanto de los vínculos entre los distintos grupos, clases y actores sociales que configurados estructuralmente, buscaron consensos, confrontaron, o se neutralizaron en los debates constitutivos de las políticas públicas del sector educativo.
"Desde su establecimiento, la universidad jugó en América un papel crucial en las "luchas por la hegemonía" social, política, y cultural, formando un sector de las élites superiores y, a la vez, a un número significativo de los intelectuales intermedios inferiores, al tiempo que por la propia estructura de la sociedad ella se mantenía relativamente alejada del mundo de la producción y de la difusión de las técnicas" [3]

A la Argentina, lo mismo que en el resto de América, llegó de la mano de las Coronas o de la Iglesia, pero a diferencia del modelo europeo original, surgió de la voluntad de esos poderes, antes que contra ellos, y tuvieron básicamente a su cargo la formación del clero, y de los cuadros políticos que demandaba la administración colonial.

Este modelo colonial, que en el territorio de lo que actualmente es nuestro país tuvo su exponente, en la Universidad de Córdoba, se prolonga inicialmente durante el siglo XIX, acompañando la constitución de las nuevas Repúblicas, y adquirió bajo la forma de universidad nacional , que como prolongación de los estados, debería abocarse a formar los dirigentes de una administración republicana, y promover en algunos casos la educación de la sociedad, elevada por los estados nacionales nacientes al rango de política de estado [4]

En la República Argentina hacia fines del siglo XIX, si a la Escuela Pública se le asignó la función política de construir la identidad nacional, como instrumento de gobernabilidad y de cohesión social, a la Universidad se le signó la función política de formar la clase política.

De esta manera se impulsó la sanción de la primera Ley Universitaria, la Ley 1597, conocida como ley Avellaneda que en los años siguientes otorgaría el marco legal para el funcionamiento de las Universidades públicas. Esta ley, al igual que la 1420 de educación primaria, tuvo un intenso trámite parlamentario, al final de cual las universidades, a las que se les reconocía un relativo grado de autonomía, quedan bajo la órbita sujetas a la órbita estatal, en la medida en que el personal académico de las universidades era designado de forma directa por el Poder Ejecutivo Nacional. De esta manera el Estado concentró en sus manos una de los mecanismos más eficaces para el control de la educación: la elección de las personas encargadas de dirigirlas. [5]

El Estado Argentino legislando académica y normativamente el sector público educativo, supo construir desde las últimas décadas del siglo XIX, un sistema cuyas partes se articularon orgánicamente para cumplir determinados objetivos y funciones: garantizar la unidad política entre regiones que hasta ese momento habían alcanzado un alto grado de autonomía territorial, y organizar simbólicamente una sociedad que aún no constituía una Nación, entendida esta como “comunidad de destino”, esto es, como fenómenos identitarios que preceden y exceden la existencia de los integrantes de una comunidad, y cuyo poder de persuasión se fundamenta en la existencia y la creencia de esos miembros en un sujeto plural, un nosotros, que transitan en interpretan una historia común. [6]

La “nacionalización” de la sociedad, como política de estado, suministró al sistema educativo, no sólo la misión de formar vastas legiones de alfabetizados, sino también la de actuar mancomunadamente con otras instituciones como el Servicio militar obligatorio para crear una base cultural e identitaria consolidando la lealtad de los ciudadanos al Estado, y fortaleciendo su soberanía, de esta manera las instituciones escolares fueron convertidas en “máquina de imposición de identidades[7] que formulaba una tradición histórica, definía un panteón de héroes, afianzaba símbolos patrios, definía festejos, dentro de la unidad de propósitos que plantaba las políticas estatales del estado nación moderno. [8]
"Del sistema educativo provienen también otras iniciativas que le dan el perfil a la Argentina en la primera mitad del siglo. La incorporación de los hijos de los inmigrantes a la escuela pública fue un proceso exitoso, aunque se balance era complejo. Por un lado, la escuela difundió contenidos nacionalistas que reprimieron las particularidades culturales de origen, imponiendo un modelo de integración ciego (e insensible) a las diferencias. Por el otro, distribuyó masivamente capacidades básicas. La Argentina era un país casi completamente alfabetizado hacia 1940. Esto quería decir, sectores populares capaces de integrarse en el mercado laboral, en el sindicalismo, en las asociaciones de la esfera pública y la política.
Si hubo en el siglo XX una institución igualadora e integradora, autoritaria y democratizadora al mismo tiempo, esa fue la escuela pública. Una sociedad en construcción, una sociedad de frontera a fines del siglo XIX, pasó a ser, por lo menos en el litoral, un País relativamente modernizado y moderno. Ser argentino implicaba trabajar, leer y escribir, votar. Ser argentino también significaba un imaginario articulado por principios de orgullo nacional, posibilidades de ascenso social y relativo igualitarismo" [9]
Al comenzar el siglo XX en la Argentina, el período iniciado con la sanción de la Constitución de 1853, ya había concluido: se había materializado el Estado moderno. El poder político central era el núcleo al cual se subordinaron el resto de los sectores del poder que operaban en el espacio del territorio nacional, había operado el exitosamente el proceso de “reducción a la unidad”[10], bajo la formula política de una “república posible” en un proceso histórico de inevitable consumación:

"En el turbulento escenario de América del Sur, el trayecto republicano de la Argentina había partido desde un estadio político imperfecto para arrojarse en procura de una mayor coherencia entre los ideales proclamados por el contrato constitucional de 1853 y las prácticas políticas que se forjaron entre disensos y acuerdos. Tal resultaba el horizonte de la "república verdadera" [11]
La unidad de propósito del Estado Argentino fue el resultado de algunas ideas compartidas por la élite dirigente, en el marco de un espíritu de época que se sintetizaron en la fórmula “Orden y Administración”. Esta fórmula, que devino en un proceso de “modernización temprana”, tuvo mucho de obligatorio ya que el Estado avanzó sobre una sociedad en proceso de organización[12], determinándola fuertemente, y poniendo en juego recursos para la resolución de conflictos y luchas sociales que posteriormente llevarán a modificaciones de las propias configuraciones estatales, a lo largo del siglo XX argentino.



[1] Braslavsky, Cecilia, Krawczyk Nora opus cit. P. 11 
 
[2] Tiramonti, Guillermina. Modernización educativa en los 90 ¿El fin de la ilusión emancipadora?


[3] Tenti, Emilio en Isuani, Ernesto y otros. Estado Democráticos y Política social. EUDEBA Buenos Aires 1989.Pág 2092


[4] Burnner, citando a Antoine Prost, sostiene que el desarrollo de las universidades nacionales contienen los que denomina “gesto napoleónico”, esto es, la idea de que el Estado debe hacerse cargo de la enseñanza de la Nación (el Estado docente) y que a él le corresponde asegurar,, mediante la universidad, el doble cometido de formar los cuadros administrativos (y profesionales) y de súper vigilar la educación en los niveles escolares inferiores”. Eso sería posible en la mediada en que “toda la educación pública estuviera compuesta por un grupo de profesores que se constituyen en corporación y gozan de una relativa autonomía dentro del marco del servicio al Estado”


[5] Tedesco, Juan Carlos. Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945) Ediciones Solar Buenos Aires 1983


[6] Tenti, Emilio. Sociología de la Educación Universidad Nacional de Quilmes 2004 pp. 25-26


[7] Sarlo, Beatriz. La maquina Cultural. Maestras traductoras y vanguardistas. Buenos Aires. 1998. Ariel. P. 67


[8] Romero, Luis Alberto Sociedad Democrática y Política democrática en la Argentina del Siglo XX. Buenos Aires. Universidad Nacional de Quilmes., 2004 Pp. 33 y 41


[9] Sarlo, Beatriz. Tiempo presente. Notas para un cambio de una cultura. Buenos Aires.

 

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